jueves, 12 de febrero de 2015

INTENCIONES DE LUZ – HORIZONTES DEL SUR, una muestra del artista peruano Augusto Ballardo en Chile




Notas y aproximaciones posteriores a la exposición
por Paula Bustos Flores (Dirección Creativa y Coordinación – faenadigital@gmail.com )

Intenciones de Luz – Horizontes del Sur es la muestra que Augusto Ballardo (Lima, 1986) expuso entre el 29 de enero y 06 de febrero de 2015 en la galería del MICH www.museointernacionaldechile.cl Conformada por instalaciones site especific el artista trabajó desde las posibilidades que el espacio a intervenir le brindaba. Es así que, utilizando tubos fluorescentes de dos tonalidades y que en conjunto nos acercan al color arrebol del atardecer, nos invitó a recorrer el lugar aproximándonos a estos Horizontes Intencionales.

Desde 2011 que Augusto viene trabajando con instalaciones lumínicas las que, irradian colores más allá de la intervención misma y tal como sucedió en la exhibición emplazada en Providencia, prolonga la obra al espacio exterior, ampliando su fulgor  hacia todo el entorno de la galería. Esta cualidad expansiva es una propiedad que la luz posee y que en sí misma acompaña al artista para cumplir sus propósitos visuales, pasando desde las intenciones a la realidad de luz.


Fue imposible pasar por alto lo purista del montaje que asistía desde lo técnico al concepto de la obra. Cercana a una estética minimal pero con fuerte arraigo en lo geométrico y abstracto heredado de la iconografía precolombina. Esta carga simbólica potente se podía corroborar en una gráfica lineal que representa los horizontes cordillerano y marítimo enlazados. Dicha figura repetida modularmente se encontraba en un dibujo enmarcado en acrílico y también al interior de la segunda sala, de manera menos perceptible, estaba pintada en sus paredes con un segundo blanco. Dos piezas de hule adosadas al muro con imanes prolongaban esta idea de horizonte continuo ondeante, ambas pintadas con franjas paralelas de los colores de las luces; rojo y azul fosforescente.


Siguiendo la composición pulcra de las salas es importante señalar que la disposición vertical de los tubos rompía con la clásica idea del horizonte apaisado que tenemos y proponía sensaciones visuales muy atractivas y empíricas. A pesar de que cada tubo por separado era una línea vertical, al estar montados en continuidad conformaban bloques de color luz. De esta manera ya desde la calle percibíamos la obra, observando como un cuadrado rosáceo adosado a la ventana se expandía sobre plantas, edificios, banquillos, veredas y todo elemento adyacente. La pieza central encendida indicaba el lugar de los hechos, funcionando como una invitación a la curiosidad de los transeúntes. Esto hace posible indicar que la obra planteada por Augusto Ballardo hace partícipes las percepciones y vivencias directas del espectador ante la misma; ya que, como fue ampliamente comentado por el público: al mantenerse observando los tonos de luces hacía posible que al mirar hacia otro lugar vieras tu objetivo con un filtro verdoso, propio del complemento faltante en los colores luz (RGB).



Entrando a la galería la predominancia del azul de la primera instalación inducía a un ambiente seco, más bien frío, que hacía concentrarnos en la pieza de hule transparente del fondo del lugar. Esta última que a primera vista parecía caída, cuestionaba al visitante y podía ser comprendida en relación al dibujo enmarcado al que se hizo mención anteriormente. El doblez siempre presente en la obra del artista nos indicaba a proseguir el recorrido hacia la derecha del espacio. Por el pasillo los destellos de luz hacían que inevitablemente vieras el resto todo rosado y sutilmente dulce. Entrando a mano izquierda por el umbral carmesí podías reencontrarte con la instalación de la ventana que esta vez por dentro irradiaba sobre toda la sala y sus objetos su luz violácea, induciendo automáticamente a una visualidad de espectáculo muy simple, pero que denotaba la preocupación del artista en su presentación con intervalos de espacios combinados simétricamente por proyecciones lumínicas y horizontes de color.

Más allá de luces, proyecciones, colores y la obra en sí misma lo que me impresionó de acompañar a Augusto en este proceso de exhibición en Santiago fue el valor de la autogestión como mecanismo de acceso e intromisión al circuito local. Sin duda, esto marca la persistencia y motor del artista por encontrar su horizonte en este plano y se ve reflejado en la cobertura que ha tenido su muestra y los alcances relacionales que por parte de la misma han surgido.

                       



           



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