Por Paula Bustos Flores
Imágenes cortesía del artista
Muy ligada al acto poético como
idea matriz, Teresa Montero
(Santiago, 1959) concibe su obra artística sin desprenderse de su formación inicial
como diseñadora gráfica de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la
Universidad Católica de Valparaíso; una escuela multifacética fundada en 1952 que
grabó en ella el innegable valor del oficio y de la metodología de trabajo que
cultiva y profesa. Influida por un potente arraigo en la investigación
experimental basada en el hacer infatigable, la artista produce su obra y a la
vez como docente traspasa su saber por medio de la práctica directa con los materiales,
siendo esto una constante en su forma de transferir su conocimiento. ‘Todo lo
hago con Taller, mi manera de enseñar es pensar con la mano, es hacer las
cosas. Por ejemplo: Si pensamos; Esto se
vería bien si… la mano instantáneamente debe estar dibujando al mismo
tiempo.’
Enseñar a pensar una obra
El fuerte vínculo desarrollado en sus años de estudios con sus
maestros de Escuela marcó para siempre su forma de diseñar sus propuestas artísticas.
La educación multidimensional y creativamente abierta fomentó una postura de
pensamiento reflexivo que persiste y se comunica al presentar sus obras. ‘Tuve
dos maestros ahí que me formaron profundamente y que fue el escultor Claudio Girola y el poeta Godofredo Iommi.’ De esta forma y sin
siquiera sentirse integrante del circuito del arte, Teresa Montero concreta su proyecto de viajar fuera de Chile, como
parte de una idea de profundizar en el aprendizaje, estudia en Italia y
Francia, donde le da continuidad a sus visiones del Diseño pero en torno a la
factura que le ofrece la técnica del Grabado como estrategia visual.
La dedicación y rigurosidad con la que la artista opera marcan una
tendencia de manufactura en mutua conexión al oficio de lo manual, algo que está
siempre latente en su trabajo y provoca románticamente el desplazamiento hacia
el campo del pensamiento. ‘La formación
que tuve, ligada a la poesía, fue siempre muy filosófica y eso abrió en mi la
profundidad del pensar, del aprender a pensar una obra; ya que con esa cosa de
la poesía, una vez que uno cae dentro de ella no sale más’, declara,
conversando sobre cómo estos sucesos influyen en sus procesos creativos y en su
manera de entender la vida desde la resonancia con la Poesía.
Estando en París conoce la obra del artista chino Zao Woo Ki que le fascina y lo que observa le inspira como una manera
de hacer las cosas. De ahí a que la búsqueda y experimentación aprendida con
anterioridad le motiven para trabajar con tinta china, caligrafía, papel de
arroz, uso de la mancha como gesto gráfico y del B/N como recursos que se
desprenden del noble oficio editor. El trabajo en papel y tinta se ha
convertido en una vertiente importante de su obra, proyectándose en paralelo al
grabado sobre metal. Lo del oficio de editor no sólo recae en la práctica del
grabado sino que también es un guiño permanente sobre las materialidades que
constituyen el Acto Poético. Este quehacer que le ha permitido ‘traer delante’
sus ideas y llegar a resultados plásticos en donde prima la sutileza y lo
mínimo de los elementos con los que trabaja, nos acerca a la base filosófica
que hay en su labor. Y es de esta manera como su discurso visual impresiona por
su impecable factura e interroga en torno al trasfondo de su forma.
En su exposición Percepto - El
mundo que fluye la artista desarrolló la idea que da título a su muestra, a
partir del análisis que el filósofo Gilles
Deleuze genera sobre las ideas en el arte. Para entenderlo en lo práctico Deleuze señala que si hiciéramos un
paralelo, lo que es un concepto para un filósofo correspondería a un percepto
para un artista. El percepto es entonces la percepción plástica de una idea.
Siguiendo la idea filosófica Teresa
Montero incorpora como percepto ‘el devenir’ en este ‘fluir del mundo’. Trabaja
el flujo representándolo formalmente en el gesto de la mancha de tinta china negra
sobre papel. Al recoger el momento en que la tinta se deposita sobre la
superficie delgada de papel y constituye una única luz: la tinta fluyendo (siendo)
es la metáfora del mundo en devenir. Este último muy relacionado con la idea
del tiempo, debe entenderse por el hecho de que, en la realidad, nada es
estático, sino que somos un flujo, una corriente dinámica que expresa la
variabilidad sustancial de las cosas y de los fenómenos.
Es así como, la exhibición compuesta por un gran panel de 7 metros de
largo x 3 metros de alto conformado por la unión de 70 bastidores todos
dibujados con grafismos hechos con tinta negra sobre papel blanco es el
resultado de su exploración en base a la idea de lo que fluye. ‘Trabajando con esta
tinta china que es agua y también es un color. Es esta luz negra acuosa que queda
fija en un instante en el papel (porque no hay retoque), es un gesto que
permanece de manera instantánea, como haciendo el ejercicio de fijar un poco
este momento. Las manchas, técnicamente tienen todo un tema, hay una
investigación bastante grande aquí. Así como los compuse se pueden recomponer
en otro orden. Y al mismo tiempo de que la mancha sea un gesto, la composición
en sí tiene una construcción, porque cada papel de 60 x 60 cms. lo corto en
cuadrados de 10 x 10 con los que recompongo una imagen y los voy pegando sobre la
tela.’
Otra constante muy marcada en el
trabajo de Teresa Montero es que en él
‘no hay color, mi trabajo es en blanco y negro, y esto tiene que ver con la fijación
en la caligrafía y desde el fondo con la escritura (y sus materialidades:
tinta, papel y pensamiento). Ordeno los cuadrados con la intención de provocar
movimiento y continuar con la idea del devenir, por lo tanto las obras que hay
en este trabajo son infinitas. Papel seco, papel mojado, tinta diluida, tinta
pura. Esto va del tono más negro al más claro. Una vez que tenía hechos los 70
cuadros, los armé y compuse. Como parte del estudio empecé a darme cuenta que
cuando encolaba el papel este volvía a su intensidad prima, ya no estaba opaco,
sino que volvía a aparecer su fuerza tonal como estando húmedo.’ Además otra
cualidad que le brinda el cubrir con cola sus diseños es que puede prescindir
del uso de vidrio en su obra, otorgándole al espectador la posibilidad de ver
directamente sus trazos y sentir sin impedimentos la pureza de su factura.
En la actualidad la artista está
desarrollando un par de estudios que aún como autodefine ‘están en pañales’ uno
tiene que ver directamente con su anterior exposición constituyendo en un nuevo
ejercicio que palpita desde la elaboración de Percepto. Se trata de pruebas entramando el papel como en una
urdimbre y produciendo por ende este efecto de ajedrez o tejido cuadriculado.
Por otra parte y en un ejercicio mucho menos abstracto Teresa está trabajando con dibujos de figura humana con tinta negra.
Y es que para ella esta constante es algo a lo que le da importancia y tal como
‘Jacques Frélaut grabador francés,
decía: el negro es todo. Tiene la capacidad de evocar, sin que atrape, si lo
ves en negro te evoca, puede ser cualquier cosa, es más abierto y abstracto,
más sintético y esa libertad es la que me gusta’ y es en esta ausencia de color
donde el contenido recibe mayor atención.
La obra de Teresa Montero posee riqueza por su coherencia formal que se
destaca por el continuo método de trabajo con el que da vida a una reflexión
poética aprendida en los inicios de su carrera, con la que prosigue laborando y
proyectándola hacia las diversas técnicas gráficas que maneja, con las que
trabaja y también transmite a sus estudiantes. Y es que al revisar parte de su
obra se puede corroborar fehacientemente que ‘Vida, Trabajo y Estudio’ las tres claves simbólicas de la escuela
fundada por Godofredo Iommi en
Valparaíso aún hacen sentido en su quehacer y tal como ella concluye: ‘En el
fondo uno tiene una o dos ideas toda la vida y trabaja toda la vida con eso que
puede tomar distintas formas o aspectos pero siempre es tu idea la que te
mueve. Por lo que, más que ver con el talento que es circunstancial, para ser
artista tienes que tener rigor. La obra va a salir en la medida en que tú la
hagas, el contrato es contigo mismo; por lo que se necesita más voluntad, aquí
tú te haces tu propio encargo. Cuando eres artista no tienes a nadie que te
encargue, tú te encargas. Cada uno debe hacerse cargo de su propio encargo.’
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