por Paula Bustos Flores
Fotografías cortesía Cristian Belano
Yisa (José Caerols, 1984,
Santiago) y Mato (Matías Solar, 1982, Santiago), actualmente exhiben dos obras
de instalación en el segundo piso del MAC de Quinta Normal. Merma (el nombre de
la muestra) reflexiona en torno a la sociedad de consumo, desde estas dos visiones
paralelas que en sus facturas y en la preocupación de su título traen por
inherencia las ideas de pérdida y desgaste.
Al entrar en la sala que los acoge apreciamos hacia el lado izquierdo el
trabajo de Yisa. De fondo un amplio telón compuesto por sacos de abono
abiertos, pegados entre sí e intervenidos con figuras orgánicas y letras
aleatorias, están dispuestos ante las paredes de la sala colgados desde su
techo con cuerdas como si fuesen una cortina. Este gran lienzo es el fondo sucio,
arrugado e intencionalmente deteriorado de un montón de infinitas corontas de
choclo apiladas en el suelo. La textura provocada por la tela colgante y la
acumulación de residuos vegetales dan origen a un escenario en ruinas. Un
paisaje de lo que resta, fue o ha sido. Diferenciado en dos capas: figura
(maíz) y fondo (lienzo) el panorama de colores similares entre grises, ocres y
rojizos forman en su conjunto una escena particular que acerca la idea de
vestigio. Interrogando al espectador en cuanto a su significado y el porqué de
su emplazamiento, permanecen como pistas y rastros de un hecho complejo de
definir.
Por otra parte y siguiendo la idea anterior, un artefacto que parece
ser una tiendita semi destruida o con terminación indefinida es el montaje de
Mato. Algún indicio estructural supone la imagen del comercio ambulante, partes
de su estructura están forradas con papel metálico (aluminio) y son iluminadas
por focos artificiales que se complementan con la luz natural que entra por la única
ventana de la sala haciendo resaltar los brillos propios del material y la frágil
arquitectura de esta obra. Completan el trabajo una especie de techo hecho en
género de colores primarios, negro y blanco. Esta tela es como una bandera
caída en el techo de la estructura. La acompañan otras telas amarillas que
están como ropa tendida sobre la ‘supuesta mesa del local’ que es definida como
tal por las patas de caballete que posee. Los géneros dispuestos en la
instalación brindan zonas de opacidad en la ligera caída de lo textil contraponiéndose
con el reflejo del resto de la estación de trabajo cubierta de papel aluminio.
Definitivamente las obras se
asocian entre sí a partir de una extraña distancia marcada por señuelos
confusos de interpretar. Merma es una muestra bipersonal que mantiene códigos
en común; demanda a recorrerla para
reconstruir una lectura sobre lo que se está mostrando y se quiere dar a
conocer. Al dilucidar la información que se desprende de las obras se puede
llegar a comprender lo que Carolina Martínez Sánchez señala en su texto curatorial, estamos en
presencia de dos propuestas en torno a ‘la ausencia de identidad latinoamericana’.
Por ende, las materialidades son la pista capital, se contraponen y
complementan. Cada obra por separado crea una trama desde donde hay que aislar
los contenidos representados en los elementos simbólicos que las construyen y
desde ellos establecer relaciones de significado y valor de la obra como imagen
de un estado o sensación cultural. De ahí a que la presentación que abstrae
desde lo marginal y callejero hacia la institucionalidad del arte ilustre
cabalmente el texto que permanece a la entrada del MAC:
“El museo es una escuela. El
artista aprende a comunicarse; el público a hacer conexiones”[1]
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