Por Paula Bustos
Flores.
Imágenes Cortesía del
Artista.
Ángel
posee una factura creativa de crepitar impulsivo y subliminal. Sus formas
deleitosas son las representaciones con las que, el autor cubano nos hace
llegar su avezada propuesta. Una topografía del caos en lo erótico de las
formas naturales acompañada por el sugerente entramado de líneas onduladas con
las que recrea recorridos sensuales y feroces.
Trazos hiperquinéticos van y vienen formando figuras cercanas a pétalos floreciendo
impacientes. A la par, la textura volátil del humo de su habano produce
tonalidades oníricas y serpenteantes, muy próximas al impulso de los grafismos
de sus flores.
Y
es que la vibración del dibujo se origina en la viveza de su ejecución. Desde
el plano se desprenden pastosos volúmenes que componen, a partir del desorden
de sus pliegues, un sistema somático que se separa del soporte. Líneas
irreverentes señalan la existencia y frescura de su gráfica instintiva. El
ritmo de las formas orgánicas pareciese ser el de miembros expuestos como
guirnaldas o bien acolchadas, como almohadillas dentadas. Bultos rollizos,
coloridos y sensuales a la vez, se ramifican conformando tramos que crecen como
esporas en ambientes húmedos. A todas estas condiciones determinadas se suma el
uso de la explosividad de texturas en base al chorreo pictórico como gesto
sensorial simultáneo de lo salpicado y maleable.
‘Es
como hablar de comida; hay muchos platillos, sabores y especies deliciosas que
encierran una verdad. Como artistas también, que respeto y han sido mis héroes
en diferentes etapas, pero cada vez mi paladar es más amplio y tolerante’; es
la asimilación con la que Ángel Ricardo (Holguín, Cuba. 1965) nos deja entrever
su modo de pensar y hacer. El artista se declara fiel al acto de la repetición
como entrenamiento en donde las conclusiones se logran a través de la
experiencia que trae el producir sin parar. Y es que, esta fértil obsesión da
cuenta de las huellas de su origen marcado por una profunda dedicación,
resistencia y persistencia desde las que el artista entiende su labor. Para él
es vital la búsqueda interminable que se genera en el andar creativo y que se
ve demostrado en sus procedimientos técnicos; iniciados en la gráfica, pasando
por modelos escultóricos y desembocando en una ferviente pintura y tal como él hace
notar es sobre el ‘existir e insistir’ muy patente en su trabajo.
Los
gestos desde la intuición y el accidente parecen ser una constante formal de sus
operaciones creativas. Llevándolo a comentar: ‘Si algo que estoy definiendo cada vez más en términos de arte, es la
libertad de hacer y crear sin prejuicios’. El artista que, actualmente
reside entre México y La Habana; inaugura el 15 de octubre del año en curso, su
exposición personal ‘Desayuno sobre la Hierba’ en la Galería Juan Ruiz en Miami FL,
siendo este su trabajo más reciente. Un proyecto hecho desde la Pintura, con
cita directa a la Historia del Arte (la homónima y controversial obra de Monet)
donde el texto es la Flora que puede leerse como un bello pretexto para
visualizar su proceso como acción basada en una gestualidad azarosa que pone
mucha atención en las ideas del caos, la sensualidad, lo accidental, el uso del
color y de las formas blandas en base a construcciones liberadas (sin
prejuicios) que remiten al hecho de volver a insistir en el ‘Acto de Pintar’ y
es que tal suceso no es cosa menor para el autor de ‘El Jardín de los Excesos’
(Centro de Arte de Palos Verdes, California. Julio de 2015). Ángel Ricardo
recrudece el gesto, sin intermediarios ni herramientas, al pintar directamente
con sus manos sobre enormes lienzos sin bastidor que como cuerpos dóciles
permanecen adosados al muro. Su interés radica en el hecho de perpetuar la
huella dejando en evidencia la soltura y energía que imprime en cada trabajo, con
la idea de hacer patente la relación sensual que hay en el placer de pintar con
las manos, traspasando de manera directa la potencia y voluntad creativa del
momento en el cuadro. ‘El pintar con las
manos se ha convertido en una necesidad, creo que el contacto directo con la
superficie me garantiza una impresión más fiel del gesto, de la huella en la
tela; la mano tiene memoria y al no usar intermediario (pincel) la velocidad
del trazo queda registrado de manera fiel. Me interesa tocar, embarrar, sentir
el material, la mano es un instrumento menos preciso, más primitivo pero más
sincero’, señala Ángel.
De
esta manera su obra marcada por el estudio sobre la estética de la naturaleza y
la atención que pone en sus fragmentos voluptuosos que sugerentemente amplía
remite sencillamente a la calidez de su trasfondo que connota erotismo, en
donde las formas botánicas escurren sus lúbricos fluidos orgánicos. Impacta la
fuerza expresiva que el artista logra transmitir en la libertad de su rastro
pictórico. Este último se fortalece en la apertura latente y honestamente
independiente de esquemas sobre la validez de las cosas. La manera de estructurar
su obra es a partir de pequeños dibujos o apuntes que le sirven como libreto y
como tal pueden ser reinterpretados ‘…cuando
empiezo a pintar, una buena parte del resultado, respeta el “título” inicial,
pero el accidente y el diálogo que se va dando entre lo que sucede en la tela y
lo que quiero muchas veces termina en un final no escrito, del cual confieso
que disfruto mucho más. El caos y la
impronta siempre están en la paleta.’
Los cuerpos blandos, manipulación de tamaños y volúmenes esponjosos
La
pintura de Ángel Ricardo Ríos es reflejo de lo que ha articulado en su obra
anterior y tal como señala es casi imposible escapar de sí mismo, por lo que se
suelen repetir las estructuras casi siempre, volviendo a tópicos que se van
reiterando a lo largo del desarrollo de su trabajo.
Su
interés en las figuras blandas y húmedas, a veces herbarias y en otras ocasiones
más cercanas a cuerpos abundantes donde prima la rapidez de su fluido dibujo y
gesto físico de la línea desmesurada, accidental y barroca. La idea de lo
desmedido e ilimitado se refuerza en la magnificencia de sus telas, lienzos
enormes en donde las imágenes que se presentan son de detalles ampliados que
nos permiten apreciar la belleza de sus indomables trazos. La monumentalidad de
sus cuadros representa para el autor la posibilidad de que el espectador pueda
incorporarse a la obra como una capa más de la misma; ya que según expresa es
en la superposición y negación simultánea
que se va creando un collage que le es de mucho interés. Una misma obra
puede parecer ejecutada por distintas manos o facturas, ya que es intervenida
en variadas ocasiones por sus gestos derramando a través de ellos su poética de
la acumulación, basada en el placer del exceso.
Estamos
entonces en presencia de su armonía caótica, permanecemos cautivos ante el
gesto primitivo y violento, íntimamente apasionado con el diálogo que se desprende
en el hacer e insistir de su obra en voluptuosa ebullición.
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