martes, 6 de octubre de 2015

Ángel Ricardo Ricardo Ríos LA INSISTENCIA DEL HACER SIN PREJUICIOS

Parecen nubes en el cielo nocturno. Manchas tubulares y redondeadas, como si fuesen figuras esponjosas que revientan por lo henchido de sus cuerpos, derramando seminales tintes. Las siluetas fortuitas y accidentales son la impresión directa del gesto explícito con que el artista impregna la superficie de sus obras.


Por Paula Bustos Flores.
Imágenes Cortesía del Artista.  




                Ángel posee una factura creativa de crepitar impulsivo y subliminal. Sus formas deleitosas son las representaciones con las que, el autor cubano nos hace llegar su avezada propuesta. Una topografía del caos en lo erótico de las formas naturales acompañada por el sugerente entramado de líneas onduladas con las que recrea recorridos sensuales y feroces.  Trazos hiperquinéticos van y vienen formando figuras cercanas a pétalos floreciendo impacientes. A la par, la textura volátil del humo de su habano produce tonalidades oníricas y serpenteantes, muy próximas al impulso de los grafismos de sus flores.
                Y es que la vibración del dibujo se origina en la viveza de su ejecución. Desde el plano se desprenden pastosos volúmenes que componen, a partir del desorden de sus pliegues, un sistema somático que se separa del soporte. Líneas irreverentes señalan la existencia y frescura de su gráfica instintiva. El ritmo de las formas orgánicas pareciese ser el de miembros expuestos como guirnaldas o bien acolchadas, como almohadillas dentadas. Bultos rollizos, coloridos y sensuales a la vez, se ramifican conformando tramos que crecen como esporas en ambientes húmedos. A todas estas condiciones determinadas se suma el uso de la explosividad de texturas en base al chorreo pictórico como gesto sensorial simultáneo de lo salpicado y maleable.
                ‘Es como hablar de comida; hay muchos platillos, sabores y especies deliciosas que encierran una verdad. Como artistas también, que respeto y han sido mis héroes en diferentes etapas, pero cada vez mi paladar es más amplio y tolerante’; es la asimilación con la que Ángel Ricardo (Holguín, Cuba. 1965) nos deja entrever su modo de pensar y hacer. El artista se declara fiel al acto de la repetición como entrenamiento en donde las conclusiones se logran a través de la experiencia que trae el producir sin parar. Y es que, esta fértil obsesión da cuenta de las huellas de su origen marcado por una profunda dedicación, resistencia y persistencia desde las que el artista entiende su labor. Para él es vital la búsqueda interminable que se genera en el andar creativo y que se ve demostrado en sus procedimientos técnicos; iniciados en la gráfica, pasando por modelos escultóricos y desembocando en una ferviente pintura y tal como él hace notar es sobre el ‘existir e insistir’ muy patente en su trabajo.  
                Los gestos desde la intuición y el accidente parecen ser una constante formal de sus operaciones creativas. Llevándolo a comentar: ‘Si algo que estoy definiendo cada vez más en términos de arte, es la libertad de hacer y crear sin prejuicios’. El artista que, actualmente reside entre México y La Habana; inaugura el 15 de octubre del año en curso, su exposición personal ‘Desayuno sobre la Hierba’ en la Galería Juan Ruiz en Miami FL, siendo este su trabajo más reciente. Un proyecto hecho desde la Pintura, con cita directa a la Historia del Arte (la homónima y controversial obra de Monet) donde el texto es la Flora que puede leerse como un bello pretexto para visualizar su proceso como acción basada en una gestualidad azarosa que pone mucha atención en las ideas del caos, la sensualidad, lo accidental, el uso del color y de las formas blandas en base a construcciones liberadas (sin prejuicios) que remiten al hecho de volver a insistir en el ‘Acto de Pintar’ y es que tal suceso no es cosa menor para el autor de ‘El Jardín de los Excesos’ (Centro de Arte de Palos Verdes, California. Julio de 2015). Ángel Ricardo recrudece el gesto, sin intermediarios ni herramientas, al pintar directamente con sus manos sobre enormes lienzos sin bastidor que como cuerpos dóciles permanecen adosados al muro. Su interés radica en el hecho de perpetuar la huella dejando en evidencia la soltura y energía que imprime en cada trabajo, con la idea de hacer patente la relación sensual que hay en el placer de pintar con las manos, traspasando de manera directa la potencia y voluntad creativa del momento en el cuadro. ‘El pintar con las manos se ha convertido en una necesidad, creo que el contacto directo con la superficie me garantiza una impresión más fiel del gesto, de la huella en la tela; la mano tiene memoria y al no usar intermediario (pincel) la velocidad del trazo queda registrado de manera fiel. Me interesa tocar, embarrar, sentir el material, la mano es un instrumento menos preciso, más primitivo pero más sincero’, señala Ángel.
                De esta manera su obra marcada por el estudio sobre la estética de la naturaleza y la atención que pone en sus fragmentos voluptuosos que sugerentemente amplía remite sencillamente a la calidez de su trasfondo que connota erotismo, en donde las formas botánicas escurren sus lúbricos fluidos orgánicos. Impacta la fuerza expresiva que el artista logra transmitir en la libertad de su rastro pictórico. Este último se fortalece en la apertura latente y honestamente independiente de esquemas sobre la validez de las cosas. La manera de estructurar su obra es a partir de pequeños dibujos o apuntes que le sirven como libreto y como tal pueden ser reinterpretados ‘…cuando empiezo a pintar, una buena parte del resultado, respeta el “título” inicial, pero el accidente y el diálogo que se va dando entre lo que sucede en la tela y lo que quiero muchas veces termina en un final no escrito, del cual confieso que disfruto mucho más.  El caos y la impronta siempre están en la paleta.’

Los cuerpos blandos, manipulación de tamaños y volúmenes esponjosos

                La pintura de Ángel Ricardo Ríos es reflejo de lo que ha articulado en su obra anterior y tal como señala es casi imposible escapar de sí mismo, por lo que se suelen repetir las estructuras casi siempre, volviendo a tópicos que se van reiterando a lo largo del desarrollo de su trabajo.


                Su interés en las figuras blandas y húmedas, a veces herbarias y en otras ocasiones más cercanas a cuerpos abundantes donde prima la rapidez de su fluido dibujo y gesto físico de la línea desmesurada, accidental y barroca. La idea de lo desmedido e ilimitado se refuerza en la magnificencia de sus telas, lienzos enormes en donde las imágenes que se presentan son de detalles ampliados que nos permiten apreciar la belleza de sus indomables trazos. La monumentalidad de sus cuadros representa para el autor la posibilidad de que el espectador pueda incorporarse a la obra como una capa más de la misma; ya que según expresa es en la superposición y negación simultánea  que se va creando un collage que le es de mucho interés. Una misma obra puede parecer ejecutada por distintas manos o facturas, ya que es intervenida en variadas ocasiones por sus gestos derramando a través de ellos su poética de la acumulación, basada en el placer del exceso. 

                Estamos entonces en presencia de su armonía caótica, permanecemos cautivos ante el gesto primitivo y violento, íntimamente apasionado con el diálogo que se desprende en el hacer e insistir de su obra en voluptuosa ebullición. 



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